Joao Félix, durante una de las acciones del partido.

Tras el vendaval llegó la brisa. El Atlético, desbocado del estreno, se encasquilló en El Alcoraz, donde nunca falta el viento. Como si aquella sobredosis de goles de hace tres días hubiera agotado su cargador. Puso bastante de su parte el Huesca para que todo esto ocurriera. Para que los de Simeone, en el discreto estreno de inicio de Luis Suárez, tengan que volver a sentarse en el diván. El muro azulgrana nunca rebló, que dicen por allí. Ni siquiera frente a la varita de Joao Félix, que sigue entonado. [Narración y estadísticas: Huesca 0 – Atlético 0]

Y es que, como si el Atlético aún recordase aquella última tarde en El Alcoraz, allá por enero de 2019, donde le tocó atravesar una espesa niebla, se presentó en Huesca con un uniforme amarillo fosforito. Probablemente haya pocos tan deslumbrantes como el que suyo. A los locales, sin embargo, no les impresionó. Al contrario, los chicos de Míchel se agarraron a su alfombra, con orden y disciplina, como advirtió su técnico en la previa, a la espera de que algún error de su adversario les abriese la puerta de su primera victoria tras el ascenso. Por ahí andaba siempre merodeando el japonés Okazaki, agitando el corazón de Hermoso, en su estreno como titular. Y eso que su nombre ha sonado como moneda de cambio durante toda la pretemporada. Hasta el próximo lunes, aún habrá unos cuantos días de rumores.

Si aquel partido de enero de 2019 se recuerda por el último gol de Lucas Hernández como rojiblanco, por la única diana de Arias, ya asentado en Leverkusen, o incluso por el debut del joven Mollejo, en el banquillo, éste, más allá de la indumentaria del Atlético, se recordará por la primera (e intrascendente) titularidad de Luis Suárez y poco más. Su nueva historia arrancó con 20 minutos para recordar y prosiguió en El Alcoraz, frente a un Huesca que no le concedió ni un solo respiro. El uruguayo se ofrecía, gritaba y gesticulaba, cada vez que Joao Félix, con el que no pudo coincidir en su debut, levantaba la vista en busca de alguna solución en ataque. Más allá de los balones largos de Saúl Thomas, apenas las hubo. La virtud de los locales fue contener durante casi una hora a un equipo cuya primera puesta en escena había sido la de un vendaval. Andrés Fernández ni se inmutó. El balón era del Atlético, pero la intriga la ponía el conjunto aragonés.