Fernando Vázquez ha revivido en un mes a un club que se despeñaba hacia Segunda B. Lleva el Depor seis triunfos seguidos.

Hay pocos clubes de fútbol que entrelacen con mayor facilidad el drama y la dicha. El Deportivo lo lleva en la sangre desde aquella tarde del 91 que abrió su historia contemporánea ascendiendo a Primera en medio de un incendio en Riazor. Fiesta y susto, todo un aviso.
Después ha ido enfrentando episodios de novela, porque lo mismo pierde una Liga por fallar un penalti en el último minuto que después gana una Copa en una final disputada en dos actos por culpa de una tormenta de tono bíblico. O es capaz de arrebatar un título en el Bernabéu al Madrid el día de su Centenario para más tarde arruinarse una semifinal de Champions por una patadita de broma (Andrade a Deco). Vértigo en la elite y en Segunda, donde sin ir más lejos en pocos meses, el año pasado, rozó la vuelta a Primera en Mallorca (cabezazo de Marí en el 94) para verse en diciembre a nueve puntos de la permanencia en la categoría de plata.
Así llegó Fernando Vázquez al banquillo en la víspera de la última Nochevieja, con el equipo y la ciudad asumiendo que el Deportivo pagaría sus pecados en Segunda B la próxima temporada. «Estos mismos jugadores serán considerados unos fenómenos si ganan seis partidos seguidos», dijo el día de su presentación, quizá con la bola de cristal bajo la mesa. Hoy luce su equipo una racha de seis triunfos consecutivos y sus aficionados, en vez de echar crueles cuentas sobre la jornada en la que matemáticamente descenderían, comienzan a mirar a la zona templada de la tabla, con cuatro puntos de colchón sobre los puestos en rojo.
A ellos, a los seguidores del Deportivo, se dirigió el entrenador en su primera rueda de prensa, antes de hablar de futbolistas, del mercado de invierno o de tácticas. La salvación pasó de ser una quimera a un objetivo real. «Por muy imposible que pueda parecer, es posible. La afición tiene que dar un paso adelante», interpeló en gallego a una hinchada en fuga de Riazor, sin ganas de ver en directo el hundimiento de su querido escudo. En esa conferencia incidió en la importancia de la masa social sobre todo en situaciones críticas. «Si estás en Tercera y te van a ver 8.000 personas, eres un grande», recordó antes casi de arrodillarse al micrófono. «Por favor, por favor, esa afición que no viene al estadio, que venga, la necesitamos para salvarnos», suplicó. Este sábado, la victoria ante Las Palmas fue aplaudida por 27.000 espectadores, un casi lleno.