La muerte está afectando en los últimos días a leyendas del Atlético de Madrid. Tras Peiró, Capón y Antic, ha sido Miguel Jones quien nos ha dejado. Jones era casi una figura exótica. Un futbolista negro en el fútbol español de finales de los años 50 y casi toda la década de los 60. Un «vasco» africano en Madrid, en el Atleti, donde conoció sus mejores momentos.
Había nacido en el África colonial de Guinea Ecuatorial. En Santa Isabel de Fernando Poo (hoy Malabo) el 27 de octubre de 1938. Se trasladó en 1943 a España con sus padres (Wilwardo, que había estudiado en Deusto, y su madre, Susana) y sus seis hermanos. Estudió interno con los capuchinos en el colegio Lekaroz, en el navarro valle del Baztán. Y acudía los domingos con su padre a San Mamés.
Rápido y coordinado, poseía innatas cualidades para el deporte. Para el fútbol. Y el atletismo. En pruebas de velocidad y en salto de altura consiguió títulos escolares. El fútbol lo reclamó desde el equipo de la Facultad de Económicas de la calle Elcano de Bilbao. Llamó la atención de Fernando Daucik, que convenció a unos padres renuentes a que el chico descuidara los libros a que, al menos, le permitieran entrenar con el Athletic, con cuyo uniforme llegó a jugar un amistoso. Pero no se quedó en el club.
Se habló bastante entonces de racismo para explicar que aquel muchacho veloz y hábil, goleador, antecedente en cierto modo de Iñaki Williams, no pisase de pleno derecho el sagrado césped bilbaíno. Él siempre lo negó. «Yo no era vizcaíno. Eso fue todo». Williams, en cambio, nació en Bilbao y, además, son otros tiempos.