Este Cádiz CF es exactamente lo que se esperaba de él. Ascendió el pasado curso a partir de una propuesta muy conservadora, basada en su solidez defensiva, y así se comporta también ahora que ha alcanzado la élite. Incluso en contextos tan complicados como el que vivió este jueves en San Mamés. Se quedó con 10 jugadores justo después del descanso y, pese a la desventaja, logró adelantarse en el marcador. Después con nueve, con 20 minutos todavía por delante, y supo conservar su ventaja para llevarse los tres puntos en un ejercicio de resistencia admirable.
Claro que este Cádiz de hierro encontró la generosa colaboración de un tristísimo Athletic para consumar su pequeña gesta. Tras su buena segunda parte en Eibar que le permitió sumar su primera victoria, el equipo de Asier Garitano regresó a sus adjetivos más habituales en los últimos tiempos: lento, previsible, dubitativo, falto de calidad y de pegada…
Quizá no mereció perder el Athletic –Iñaki Williams estrelló un cabezazo en el palo, como ocasión más clara-, pero no enmascara lo intolerable del resultado frente a un recién ascendido que jugó tanto tiempo en inferioridad.