El conjunto de Celades desperdicia el golazo de Parejo y empata en Mendizorroza frente a un Alavés que pudo incluso ganar (1-1).
Quien poco siembra, poco recoge. Menos aún cuando la cosecha ya viene siendo escasa desde hace semanas, como le sucede a este Valencia, solvente en Mestalla y anodino cuando se aleja de su feudo. No gana como visitante en Liga desde 2019 y, más allá de otros posibles defectos y obstáculos sobrevenidos, es reflejo en parte de su racanería. Anoche en Mendizorroza, tras dominar sin dificultades durante la primera parte, reaccionó al empuje del Alavés encerrándose sobre su área. Y así el equipo vitoriano logró arañarle un empate a su rival, que con estos mimbres no alienta demasiado la opción de buscar el martes en Mestalla, aunque a puerta cerrada por la amenaza de coronavirus, la remontada ante el Atalanta.
El partido de Mendizorroza, por cierto, fue el de la llegada al fútbol español de la psicosis por el Covid-19, 33 afectados ya en la provincia de Álava. Los jugadores, en un gesto bastante ridículo, chocaron codos en el habitual pasamanos previo al partido. Una medida que quizá sea eficaz -no es esta la sección del periódico para juzgarlo- pero que a su vez es absurda, teniendo en cuenta que los futbolistas compartieron oxígeno, sudor, agarrones y palabras cara a cara durante más de 90 minutos. Y tanto antes como después, abrazos y algún beso. Lo del codo, en fin, fue como utilizar un paraguas en el fondo del mar.