«A España no la va a reconocer ni la madre que la parió», dijo Alfonso Guerra. Valió la frase para el país al final de la Transición y vale la frase para el equipo del país en el año de la pandemia mundial. Con un grupo de meritorios que tratan por fin de mudar la cara de la selección, España miró a los ojos a la vigente campeona de Europa en su casa. Campeona a medio gas, campeona con las rotaciones propias de un amistoso, también, pero campeona al fin y al cabo, un equipo hoy, el luso, con más argumentos para pensar en horizontes optimistas que su rival. Despachó el equipo de Luis Enrique un partido aseado, pero igual que podía haber ganado siendo mejor, podía haber perdido porque su rival, siendo peor, tiró dos veces al larguero. Cosas del gol que España no tiene.
Los primeros 15 o 20 minutos de España resultaron estresantes para Portugal, mucho más consciente del carácter amistoso de la sesión. Contribuyó a ello, al desconcierto local, lo irreconocible de la alineación. Tras Busquets (117 internacionalidades), y quitando a Rodrigo (23), los otros nueve sumaban 50 partidos. Desde ese anonimato construyó Luis Enrique un ejército de lagartijas que desarmó a Portugal. Los cambios de posición, constantes, la velocidad en la circulación, la verticalidad… Un grupo dinámico, atrevido y desconcertante para el rival, asombrado Pepe, asombrado Moutinho, que no tocó el balón hasta la media hora, desquiciado Cristiano…
Con la salida limpísima de balón que otorga Eric García (queda la incógnita de cómo defiende, que para ser un central no es poca cosa), con el vuelo de Ceballos y Canales y el poco ornamento que le pone al fútbol un tipo como Dani Olmo, España se acercó a las inmediaciones de Rui Patricio media docena de veces. Como el problema de este equipo es el gol, no pudo sustanciar esa superioridad. El equipo presionó arriba, robó muy cerca de la portería rival, se replegó las pocas veces que lo necesitó y movió muy rápido el balón porque estos son futbolistas cuya segunda opción siempre es parar y tocar atrás. La primera es tocar y correr, tocar y moverse, conducir.